Luces tras la puerta

Cuentan que Ananda, el discípulo más abnegado de Buda, el día que este murió, lloró, el resto de los discípulos apiadándose de su dolor le dijeron. – “No llores, no estés triste, el maestro ha trascendido.” – “Lo sé”. – Les respondió Ananda. – “Mi llanto no se debe a su muerte, lloro porque he estado al lado del maestro prácticamente toda mi vida, le he escuchado, he atendido sus necesidades, he sido humilde y servicial y sin embargo no he alcanzado la iluminación.” Ananda lloró y lloró y cuando se cansó de llorar alcanzó la iluminación. Existe otro Buda, uno rechoncho y simpático que se le representa riendo, su nombre es Jato y según se cuenta también, este se ilumino riendo.

He pensado en estos personajes y reflexionado en torno a ellos y sus circunstancias. ¿Qué es la iluminación?, ¿Qué hay que hacer para alcanzarla? La iluminación es algo personal, no se logra de forma colectiva, me he pasado la vida leyendo, asistiendo a cursos y talleres, he escuchado a muy variados maestros de disciplinas también diversas, si esperas que alguien te ilumine vas muy equivocado, esa luz, ese interruptor en particular va incorporado en cada cual y cada quien y cuando se enciende lo hace de una manera distinta para cada uno, cuando decide brillar lo hace para romper algo en nuestro interior y asomarse a través de esas grietas. Para algunos el interruptor tiene forma de risa, para otros de llanto, de un instante de belleza o de tragedia extrema, puede llegar cuando se toca el cielo o se toca fondo, quizá se oculte bajo algunas capas de odio y violencia. 

Pablo de Tarso era romano, perseguía y mataba cristianos hasta que fue alcanzado por un rayo que le dejo ciego y en su ceguera vio y entendió, cambió, se iluminó y recupero la visión. 

No existen instrucciones para iluminarse, la historia de Pablo de Tarso podría resumir el proceso, la ceguera es algo simbólico, al final todo consiste en tener el valor de atravesar las propias tinieblas y estar dispuesto a ver con claridad. No hay que ver para creer, hay que creer para ver.

En cualquier caso no soy quien para definir lo que es la iluminación. Cada uno de nosotros somos seres únicos y la luz que portamos también lo es, así como el modo en el que ha de manifestarse.
Sé que no estoy iluminada, aún hay pedazos esparcidos de luces y sombras en torno a mí por identificar y recomponer, y la iluminación no es algo que se busca, es algo que se lleva, esa parte si la tengo muy clara, la iluminación es una decisión personal hacia la que nadie puede guiarte.

Quizá este nuevo nombre, este nuevo ser, a través del cual reflexiono y descubro todos mis rincones y estancias, compartiéndolas en forma de memorias de un ángel en tierra que ha de pintarse las alas todos los días, sea mi guía personal.

Quizá tras un verano nada tranquilo y un otoño que se ha estrenado algo convulso, se encuentren las puertas de la iluminación, no sé, el tiempo lo dirá. Aunque no existe una llave solo puedes llamar y esperar a que se habrá cuando llegue el momento.

Lo que si sé es que todos tenemos derecho a iluminarnos, a despertar, a ver con claridad, pero de nosotros depende permitir que se abra, nos rompa y reconstruya.



Imagen creada por Rosa de Soto (Ángel Bemol)

"Algunas puertas han de abrirse de dentro hacia afuera. No para que entre la luz, sino para que salga la que ya hay dentro."

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